Sobre Frida Kalho.

Cuando conocí a Frida, hace algunos años, tuve la impresión de que éramos afines. Lo primero que vi fue un cuadro suyo con un corazón desgarrado. Quedé impresionada; porque yo desde niña pintaba temas similares y todo lo convertía en un reguero de sangre. Por supuesto que mi pintura no podía compararse con la suya en cuanto a calidad se refiere, pero en mis chapuzas estaba la herida, el dolor y la muerte.

Frida Kalho

También coincidíamos en nuestro gusto por las calaveras. Nunca han dejado de decorar mi casa y de fascinarme. Además, por entonces estudiaba cosmovisión y medicina azteca y los símbolos de esta cultura resonaban en mi mente con una brutal familiaridad. Y luego la más alucinante coincidencia es que ambas tuvimos problemas en la columna vertebral. Enseguida me identifiqué con su obra “la columna rota”.

 Frida Kahlo

Yo, afortunadamente, no la tenía rota, como ella, pero cuanto había sufrido yo con mi columna, hasta había llevado un horrendo corsé durante años. Corsé que todavía conservo y venero como una especie de exvoto, como ella hacía con los suyos. ¿Por qué?. No lo sé. Supongo que porque cuando el dolor nos invade, lo ocupa todo y acabamos rindiéndole pleitesía. Lo demás no importa. No tiene presencia y se convierte en una especie de abismo.

Reconozco que sufrió mucho más que yo. Y su final fue terrible. De ninguna manera hubiese querido compartir su suerte. Solo decir que me alegró mucho conocer a esta mujer que me era tan cercana aunque hubiese nacido y muerto en la primera mitad del siglo XX. He admirado su belleza, su personalidad única y su coraje, no solo para soportar el dolor, sino para romper esquemas y ser una de las mujeres más modernas de su época.

Frida Kahlo

Me había olvidado de ella cuando, estando de visita en Milán, por casualidad vi que había una exposición importante de su vida y obra. Volví a ser seducida por sus inquietantes autorretratos y sobre todo por sus ojos absolutos.

Por primera vez contemplé en directo su cuadro “la columna rota”. No fue el único. La colección expuesta era magnífica y no pude más que deleitarme con sus conocidas y admiradas pinturas. Su personal universo queda maravillosamente reflejado, sobre todo su propio ser con sus pasiones de amor, sufrimiento, muerte y tristeza. Además de mostrarse resistiendo estoicamente, mientras mantiene una presencia bella y remota. Resiste porque, tal como defiende la tradición azteca, espera que de ese dolor y muerte surja una nueva vida y se complete el ciclo de la naturaleza.

Una gran pintora, Frida Kalho, capaz de conmover profundamente con uno de sus cuadros y de dejarme sin aliento durante horas.

Un privilegio encontrarme con ella.